Niños héroes.
A mi hijo Carlos de Jesús en sus
primeros Honores a la Bandera.
Hace dos días,
mientras te enseñaba, hijo mío, a cantar el Toque de bandera para tus primeros
Honores a la bandera de tu vida, y mientras practicaba contigo cómo cuadrarse y
saludar debidamentea a la bandera, te mencioné a los Niños Héroes. Pensé que no
me estabas prestando mucha atención, cuando de repente me preguntaste: “¿Qué es
un Niño Héroe?”
Bueno, es
difícil definirlo a la luz de lo que nos cuentan en la escuela. Hoy está fuera
de toda duda que la gesta de los Niños Héroes no fue tal, esa nos la inventamos
nosotros muchos años después de esa intervención armada. Mira que ni siquiera
eran considerados niños en ese entonces, porque era de lo más normal estar
casado y tener familia a los 16 años, y los cadetes que defendieron ese día el
Castillo de Chapultepec tenían entre 13 y 18 años; incluso Juan Escutia, el más
famoso de todos, era un hombre hecho y derecho de 20 años, que por cierto no
era cadete, sino un soldado del Batallón de San Blas.
A este Juan
Escutia se le atribuye el haber evitado que la bandera de México fuera tomada
por el enemigo, al arriarla del torreón del Castillo, envolverse con ella y
arrojarse al vacío. Pero al respecto, te digo como dicen los historiadores: “Se non è vero, è ben trovato”, si no es
verdad, por lo menos está bien contado. La verdad es que la bandera que capturó
el enemigo ese día en el Castillo de Chapultepec, se encuentra a buen recaudo en
una vitrina de la Academia Militar de
West Point, en Estados Unidos. Porque el vecino país del norte ha devuelto
otras banderas capturadas durante aquella nefasta guerra, pero ESA no.
Te preguntarás,
¿entonces los Niños Héroes no fueron héroes verdaderos? Pues sí que lo fueron,
hijo, tanto que es por su sacrificio que al Colegio Militar se le añadió el
título perenne de Heroico. Pero lo importante es que no tuvieron que hacer
cosas extraordinarias, sino sólo cumplir con su deber, poniendo su vida en
ello.
Pase de lista.
Juan Escutia
estaba apostado como tirador en la ladera poniente del cerro, cuando cayó
herido por una bala y murió desangrado. ¡Murió por la Patria!
El cadete
Fernando Montes de Oca estaba defendiendo una puerta, cuando un soldado
estadounidense logró colarse por una ventana y le disparó cobardemente por la
espalda. ¡Murió por la Patria!
El cadete
Francisco Márquez estaba defendiendo un acceso al castillo, cuando un grupo de
soldados norteamericanos se acercó conminándolo a la rendición. Por toda
respuesta, éste levantó su rifle, mató a un invasor y cayó acribillado por los
demás. ¡Murió por la Patria!
El cadete
Teniente del Cuerpo de Ingenieros Juan de la Barrera, murió defendiendo el
hornabeque ubicado en el costado sur del castillo. El hornabeque era una
fortificación fuera de los muros del castillo, que bien defendida hubiera
representado mucha dificultad para las tropas invasoras, y sin embargo en ese
momento sólo estaba ocupada por el Teniente De la Barrera, al mando de cinco
cadetes. ¡Murió por la Patria!
El cadete
Vicente Suárez murió en la escalera de honor del castillo, peleando él solo a
la bayoneta contra enemigos muy superiores en número, y ganando el honor de
morir gallardamente. ¡Murió por la Patria!
Por último, el
Teniente Agustín Melgar, recientemente ascendido y que aún no tenía asignación
en el ejército regular y por eso seguía con los cadetes en el entonces Colegio
Militar, se parapetó detrás de unos colchones, en los dormitorios del Colegio,
y mantuvo a raya a varias unidades de invasores hasta que se le agotó el
parque. Entonces caló la bayoneta y se lanzó valerosamente sobre el enemigo,
cayendo herido por múltiples balas y bayonetas, logrando sobrevivir hasta que
al día siguiente al fin alcanzó la paz. ¡Murió por la Patria!
Lo que no debes olvidar.
Vuelvo a
rescatar, hijo mío, lo que te dije antes. Ser héroe no significa hacer cosas
extraordinarias; ser héroe es hacer las cosas de cada día, con una voluntad
heroica, es decir, venciendo tentaciones, desalientos, desesperanzas… Incluso
venciéndote a ti mismo. Porque tú eres tu peor enemigo si te permites caer en
la autocomplacencia, o aun peor, en la autocompasión.
Así que, mi
amado hijito, alístate para ir hoy a la escuela y demostrar a tus maestras y
compañeros que en esta casa, se te ha enseñado a ser héroe, cada día un
poquitín.
¡Atención!
¡Flanco derecho! ¡Marchen!
—…
—Sí, hijito, yo también te amo.
En algún lugar del Valle de México, a 13 de septiembre de 2013.
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