Te sigo extrañando.

Te sigo extrañando tanto, como si apenas ayer nos hubiéramos despedido. Recuerdo que ya no reconocías a nadie. Y sin embargo cuando la enfermera te dijo que tu nieto José ya se iba, abriste los ojos unos momentos, tendiste tu mano hacia las mías, y una lágrima rodó por tus mejillas.
Durante una visita de su bisnieto Carlos.
Abracé tu frágil y pequeño cuerpo, besé tu frente y te ahuequé la almohada para ponerte más cómoda. Mis ojos estaban secos, mi voz firme. Pero mi corazón se rompía en pedazos, porque intuía que era el postrer adiós. Antes de 12 horas, el médico de la familia, mi primo Rodrigo, me avisó por teléfono que... Bueno, que ya nos esperabas donde Abuelito, ante la mesa del banquete celestial.
Todos los días trato de merecer un lugar al lado tuyo y de abuelito Jesús. Por favor, no dejes de interceder por mí, que no te olvido nunca.

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