Una manera de no curarme.

Ayer terminé varias semanas de un tratamiento médico experimental. Tuve que soportar nauseas, una intoxicación que por poco me carga el payaso (había que ajustar dosis poco a poco y no mucho a mucho), perdí peso y sonrisa... Pero como me habían advertido (supongo que en broma aunque nadie se rió), que si no resultaba tendrían que sacrificarme, como se dice aquí, le eché ganas.

Algunos resultados fueron sorpresivamente alentadores, pero el más importante, el que podría haberme sanado y resultar una esperanza para otros enfermos... No resultó. Sigo igual de jodido que cuando empecé.

La noticia amenazaba con aplastarme, incluso sentí un nudo en la garganta... Hasta que vi la cara del médico, que tenía muchas esperanzas en el tratamiento. Se veía tan compungido que no pude evitarlo y me cagué de la risa.

Cuando extrañado me preguntó cuál era el motivo de tanta hilaridad, le contesté que ya sabíamos una manera de no curarme. Y como no tengo planes de encoger el culo en un
futuro próximo, le dije que podíamos empezar a experimentar de nuevo. Siempre que la ciencia invitara todos los gastos, claro.

Así que... En pie y a seguir luchando. ¡Desperta, ferro!

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