Un año más.

Llevando en brazos a mi primogénito.
Hoy hubiera sido cumpleaños de mi abuelita Maria Teresa, pero nació a la vida eterna luego de cumplir un siglo de vida. Un siglo de derramar amor, compasión, misericordia y generosidad entre todos aquellos que tuvimos la dicha de conocerla. 

Añoro sus manos tiernas y frágiles, que acariciaban mis cabellos con la misma sensibilidad que las teclas del piano que tan bien hacía sonar. Recuerdo sus consejos y palabras sabias y siempre acertadas. Recuerdo su petición a la hora de las comidas, cuando me decía: "Bendice tú la mesa, que lo haces muy bonito".  

Aquella frase que dice que como Dios no puede estar en todos lados, para eso creó a las abuelitas, parece inspirada por ella. Porque a ella se aplicaba perfectamente la cita bíblica: "Pasó por la tierra haciendo el bien". 

Al igual que mi abuelito Jesús, murió confiando en la promesa del Padre celestial, y por eso tengo la seguridad de que ya se encuentra gozando de Su gloria. Por ello le pido hoy, en el día de su cumpleaños, que se acuerde de mí, y que no me desampare. Yo la llevo en el corazón a través de sus enseñanzas, todos los días. 

Gracias a Dios por María Teresa.

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