Lección mal aprendida.

Hace 27 años a la capital de México y a algunos de sus estados los azotó la tragedia, por un sismo como no se había visto en décadas. A la vuelta de los años, la historia reciente nos demuestra que el gobierno de México no aprendió la lección debidamente. Si bien se mejoraron los reglamentos de construcción, y se creó la conciencia colectiva de la protección civil, por medio de cohechos se siguen construyendo edificios de pésima calidad (ahí están las unidades habitacionales de la zona conurbada que se cuartean sin un sismo), se sigue tomando del presupuesto de Protección Civil para pagar pintura y mobiliario de otras dependencias, se construyen segundos pisos que han sido distinguidos mundialmente con el Premio Atila (a la peor construcción del año en todo el orbe)... Y la lista sigue.

Por si fuera poco, los gobernantes mienten (o sólo repiten las mentiras que a ellos les cuentan), respecto a la situación actual. Este año, el día que arrancó la Colecta Nacional de la Cruz Roja en la Ciudad de México, el Jefe de Gobierno Marcelo Ebrard dijo que la ciudad estaba preparada para afrontar un desastre. Pero con la ciudad desbordada de obras públicas sin terminar, y planeadas sin ton ni son, esa afirmación resulta falsa. En una reunión muy discreta que se llevó a cabo entre expertos de protección civil (no todos los presentes eran civiles), se simularon varios escenarios posibles, y los resultados los hicieron enmudecer y mirarse unos a otros: El Distrito Federal no podría hacer frente a una tragedia como la de 1985. Dicen los que saben, que en aquel entonces la ayuda gubernamental tardó en movilizarse por la indecisión del presidente Miguel de la Madrid Hurtado (q.e.p.d.), y el pueblo se lo demandó. Los expertos ahora opinan que ni con la mejor voluntad gubernamental se podría hacer mucho en una crisis, porque no hay suficientes vialidades habilitadas que permitan el movimiento masivo de unidades de emergencia. Que lo mejor es ahorrarse la saliva, y fomentar el desarrollo de equipos de atención primaria en cada manzana de la ciudad. Porque "cuando ocurra" el siguiente sismo (ojo, no "si ocurre"), los vecinos sólo se tendrán a sí mismos para ayudarse. Así que a mis dos o tres lectores les invito a que empiecen a organizarse. Un servidor puede darles más información de a dónde dirigirse en busca de asesoría.

Y aquellos cientos de héroes desconocidos, paramédicos, soldados, sociedad civil (aquellas señoras "estiradas" de la alta sociedad que no dudaron en ayudar a la gente más humilde), a los estudiantes de todos los niveles (que en muchos casos fueron los primeros en asistir a los heridos de sus propios planteles), a los choferes de transporte público (que por medio de los asientos de sus unidades, o puertas tomadas de Dios sabe dónde, ayudaron a evacuar a los pacientes del destruido Hospital General), y a todos los que hicieron algo hoy hace 27 años... A todos ellos, nuestra admiración y gratitud. Dios les ha de tomar en cuenta su valentía y caridad.

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