A los maestros de mi hijo.
San Marcelino Champagnat,
sacerdote francés del siglo XIX, dijo una vez que para poder educar a un niño,
es menester amarlo. Unas palabras muy acertadas que ustedes, maestras y
maestros, demostraron todos los días.
Chucho en pos de la tradición. |
Hoy que llega el momento del
adiós, de la separación definitiva del jardín de infantes, recordamos cuando les entregamos a ustedes,
maestras y maestros, por primera vez, a un niño tímido, balbuceante, llorón.
Nos resulta increíble como en sólo dos años, nos devuelven a un niño espabilado,
capaz, socializado, que además ya lee, escribe, dibuja y “cuenta hasta mil”.
Ustedes, con cariño aliviaron el
temor de los pusilánimes; con paciencia enseñaron a contener el arrebatado
entusiasmo de los temerarios; con devoción sin límite transmitieron los
misterios de la palabra escrita, y con fervor cívico inculcaron el amor a la
Patria.
Durante aquel sismo que sacudió
la ciudad hace año y medio, fue impresionante cómo todo el personal docente
controló su miedo natural, y mientras unos se daban a la tarea de conservar la
calma y poner a salvo a los niños, otros se enfrentaban a los padres histéricos
y les daban un ejemplo de temple y serenidad. Ese día comprendí, porque lo vi
en los ojos de todas las maestras y maestros, que ninguno vacilaría en
arriesgar su vida por proteger la de “sus” niños.
Sí, “sus” niños. Porque ustedes
fueron un poco madres y padres, ángeles custodios, guardaespaldas, regazo de
abuela y ejemplo de superhéroe. Entregaron su corazón a unos niños que no son
suyos, y que inexorablemente tienen que marcharse, llevándose con ellos no sólo
conocimientos sino el recuerdo amoroso de todas y todos ustedes. Y también un
pedacito de sus corazones. A que sí.
Confiamos que esto no sea un
adiós. Deseamos que el día de mañana, muchos profesionistas puedan acercarse a
ustedes a decirles: “¿Se acuerda de mí? Usted me enseñó las primeras letras.”
Confiamos que esto sea un “hasta siempre”. Que si hay un cielo, nosotros y
nuestros hijos nos encontremos algún día con ustedes, que ya se lo han ganado por
su devoción a la niñez.
A nombre de todos los pequeñines que hoy se
marchan, muchas gracias, MAESTRAS Y MAESTROS. Gracias por siempre.
Orgullo de padre y abuelos. |
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