Maestros en México


Esta historia no es nueva; de hecho algunos la catalogan ya como leyenda urbana. Pero ilustra muy bien el lamentable estado del Magisterio en México. Hoy no hay motivos para celebrar. Los maestros no sólo están mal preparados, además se niegan a prepararse, y por lo tanto a ser examinados. Y así y todo, son felicitados por los candidatos presidenciales, como si estuvieran haciendo mucho por el estudiantado del país. Aunque eso sí, las promesas sobre mejoras salariales y aumento de prestaciones, eso no falta. Total, prometer no empobrece. Aquí la leyenda...

Un inspector de la Secretaría de Educación Pública llegó a una escuela de su sector, y buscando al director le dijo que el motivo de su visita era evaluar el conocimiento de los alumnos. 

Se dirigieron juntos a un salón cualquiera, y tras interrumpir la clase, el director presentó a su acompañante y explicó que para la evaluación elegirán a un alumno al azar para examinarlo.

—A ver usted —señaló el inspector a un estudiante sentado más bien al fondo del aula—, deme el nombre de quien quemó la puerta de la Alhóndiga de Granaditas.

El joven interpelado agachó la cabeza y se puso nervioso.

El inspector decidió mostrarse un poco menos severo.

—Si no se sabe el nombre, puede decirme por lo menos el apodo.

El muchacho luego de pensarlo un poco, se levantó de su pupitre y mirando al suelo, meneó la cabeza.

—Yo no fui, señor inspector. Por ésta.

Y se besó los dedos en cruz.

—A ver, tú —señaló el inspector a otro estudiante—, ayuda a tu compañero.

—Yo le juro que el compañero López no fue, señor inspector.

El inspector se volvió hacia el profesor y le increpó:

—¿Cómo es posible que no sepan ese dato tan sencillo?

El profesor se encogió de hombros apenado, y tallando nerviosamente la puntera del zapato contra el piso, trató de justificar esa ignorancia.

—Ellos no pueden saber quién fue, inspector. No son de los que se juntan con pandillas.

Al inspector casi le dio un soponcio ahí mismo. Cuando recuperó el control, dio media vuelta y se dirigió a la oficina del director airadamente.

—Me corre inmediatamente a ese profesor —le ordenó al director apenas entraron al despacho—, ¿cómo es posible que ni él sepa quién quemó la puerta de la Alhóndiga de Granaditas?

—Por favor —intercedió nervioso el director—, no me pida eso. Don Eugenio es un buen profesor. Da tres materias diferentes en los distintos grados, nunca falta, siempre apoya a la escuela cuando hay que pintar bancas o arreglar salones, y organiza paseos para los alumnos, y se los lleva a los museos. Además estamos en tiempo de elecciones, y el sindicato… ya sabe.

El inspector pareció ablandarse, y el director aprovechó su oportunidad.

 —Es más —añadió, conciliador—, le diré lo que haremos. Organizamos una verbena el sábado, con antojitos y actividades deportivas para padres e hijos, que cante el coro del maestro Salvador, y lo que se junte más lo que tomemos de la cooperativa si hace falta... en fin, ya sabe. Acá y acá. Total, ¿cuánto puede costar una puerta?

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