We have a problem.

La noticia de una ayuda multimillonaria que el gobierno federal está dando a Petroleos Mexicanos (Pemex), lejos de ayudarle está terminando con ella.


En la lona.

A finales del siglo XX, en el semanario mexicano Punto, ya desaparecido, un geólogo advertía que a México sólo le quedaban reservas petrolíferas para unos 10 o 20 años. "Cuando mucho". Con extrañeza, el reportero le preguntó sobre el yacimiento de Cantarell, reconocido como el segundo más rico del mundo, sólo superado por el Complejo Ghawar de Arabia Saudita. El científico vaticinó que empezaría a agotarse en los primeros años del siglo XXI. Lo que no pudo prever fue que Pemex decidiera ahogar en nitrógeno a su gallina de los huevos de oro.

En 2004 el yacimiento de Cantarell llegó a su máximo rendimiento, y dos años después comenzó a bajar debido a la sobreexplotación. En su afán de sostener la presión necesaria para seguir extrayendo petróleo al mismo ritmo (objetivo que de todos modos no se alcanzó), los ingenieros de Pemex decidieron inyectar nitrógeno, con la consecuencia de que ahora mucho del gas natural contenido en el yacimiento, en vez de aprovecharse tiene que quemarse debido a la contaminación con nitrógeno.

Por si eso fuera poco, los precios del petróleo que durante años fueron anormalmente elevados, de repente se desplomaron para no levantarse más. No obstante, Pemex en lugar de atender a aquel inolvidable precepto del ex presidente de México, José López Portillo, de "administrar la abundancia", se dedicó a despilfarrar las ganancias, amén de la sangría constante que de la paraestatal ha hecho siempre el gobierno federal a través de los impuestos. Así se llegó a la crisis actual de una empresa que con una buena administración, debería dar excelentes dividendos y en cambio está en la lona, quizá sin remedio. 
Cortesía de Pocamadrenews.net

Crónica de una muerte anunciada.

Igual que en la novela de Gabriel García Márquez, muchas veces se advirtió de la eventual quiebra de la paraestatal, y resulta enojoso reconocer que se predijo con mucha oportunidad. Con voluntad por parte del gobierno y de la misma administración de Pemex, se hubiera podido evitar la catástrofe. Pero no se puede pedir voluntad y dedicación a una raza de parásitos "chupasangre" que sólo siguieron viviendo del dinero que producía el petróleo, creyendo que era un recurso inagotable o renovable. Y así hasta que se los acabaron. El dinero y el petróleo.

En julio de 2008, el entonces presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, envió al Senado de la República una reforma de Ley que, en voz de Esteban Levin Balcells (entonces director financiero de Pemex), le daría "oxígeno" a la empresa, y le permitiría dar "más certidumbre al gasto" y "más eficiencia a la administración". Esto para evitar que siguiera impedida "para generar nuevas y fructíferas inversiones".

Aquello de certidumbre y eficiencia no eran palabras vanas. Considerar el ejemplo. Un empresario entra a una licitación para brindarle un servicio a Pemex. No es el único que está compitiendo por un contrato millonario, sin embargo tiene un as bajo la manga. Él conoce a un ex senador que es muy amigo del mero petatero de la paraestatal. Se ponen de acuerdo y el empresario le ofrece al político un porcentaje del monto del contrato (digamos 12 millones de pesos de "comisión") a cambio de ganar la licitación. Entonces el ex congresista habla con el gran jefe petrolero, le unta la mano y le pide que se encargue de que gane el mejor. Sobra decir que los 12 millones que se embolsaron el ex senador y el gran jefe ya están considerados dentro del presupuesto. Al fin que ya no necesita ser la cotización más baja, ni para el caso el mejor servicio, pues de todos modos y gracias a sus contactos, la licitación ya está adjudicada.

Lo gracioso del caso es que este tipo de negociaciones suelen hacerse durante comilonas pagadas con dinero de la paraestatal (gastos de representación) en restaurantes de mucho lujo, donde los interesados hablan sin mesura, sin preguntarse si el camarero que les atiende... Pues si es realmente un camarero. O si el comensal de la mesa de al lado es lerdo, considerando lleva media hora leyendo la misma hoja del periódico, que permanece doblado sobre la mesa, apoyado contra la jarra de zumo.

Volviendo a la reforma propuesta por el ex presidente Calderón Hinojosa, todo el mundo sabe en qué acabó. Como muchos otros proyectos de su antecesor y primer presidente de la oposición del México contemporáneo, Vicente Fox, y del mismo Felipe Calderón, éste fue ignorado por el Congreso.

Cuando retomó el poder el Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego de 12 años de ausencia, entonces sí muchos de los proyectos panistas (Partido Acción Nacional) se incorporaron al Pacto por México y el Congreso los aprobó en medio de aplausos y palmadas en la espalda. La pega fue que no eran los proyectos originales, sino que contenían algunas modificaciones importantes. Por tal motivo, de una parte permitieron el saqueo de los bienes de la nación mexicana, y por otro llegaron tarde y sin fuerzas para evitar el desastre en Pemex.

"Tenemos un problema".

Los 73 mil millones de pesos que el gobierno federal mexicano otorgó a Pemex como apoyo para evitar su caída, en realidad es de tanta ayuda como poner una tira de esparadrapo en una pierna amputada. Es decir, no sirve, no alivia, y la hemorragia no se va a detener. Por si fuera poco, esta acción enturbia un panorama, por tradición poco claro, en el tema de las licitaciones.

El año próximo se abrirá una licitación para los interesados en la extracción de petróleo mexicano en aguas profundas. El apoyo financiero que está recibiendo Pemex envía una señal clara de que el gobierno federal tiene, y va a seguir teniendo, favoritismo por su propia empresa petrolera. Debido a ello, pocas empresas petroleras del mundo querrán "echarse ese trompo a la uña", porque la simple inscripción a una licitación de éstas cuesta millones, y no se puede obviar la sospecha de que la empresa ganadora esté elegida de antemano, es decir Pemex. Esa es la opinión del analista Gonzalo Monroy, director de GMEC. Si por lo anterior resulta que ninguna empresa competitiva se apunta, y considerando que Petróleos Mexicanos no tiene ni la tecnología ni el capital para extraer el petróleo de aguas profundas, éste seguirá en el fondo del mar, y el gobierno se quedará sin nada en la mano salvo el pito.

Es evidente que el daño ya está hecho, porque parte de esos miles de millones de pesos se le entregaron a Petróleos Mexicanos desde finales del 2015, mismos que ya se están agotando en el pago de pensiones y jubilaciones (otra sangría desastrosa) y en gastos de mantenimiento de su infraestructura. La señal de favoritismo ya se vio, ya no hay marcha atrás, y de todos modos parece que nada podrá salvar a la paraestatal. Si se toma el lápiz y se hace un cálculo rápido, ni todos los activos de Petróleos Mexicanos alcanzan para cubrir la deuda que tiene, que es de más de un billón de pesos. Billón con B de burro. Y no puede olvidarse lo mencionado al inicio de este artículo: Ya no hay petróleo.

Por eso es que analistas financieros y calificadoras de valores coinciden en lanzar esta advertencia: Pemex, tenemos un problema. Está a punto de estrellarse.


Nota del autor: La frase original, que cumplió 46 años el pasado 14 de abril, fue: 
"Houston, we've had a problem here", "Houston, hemos tenido un problema aquí".


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