La Mochiganga.

Sana y divertida costumbre española, consiste en que una vez al año se reúnen el pueblo y sus autoridades, a la salida de la misa mayor. En medio de una verbena popular amenizada por banda, y con vecinos disfrazados a cual más estrafalario, se hace lectura de un pliego de aproximadamente 120 versos, en los que se habla de la comunidad, de las autoridades, de las necesidades del pueblo, se formulan peticiones... y quejas. 
Cortesía de El masino.

"Saludo al ayuntamiento, 
saludo a todo el público, 
saludo a la junta El campo 
y a San Antonio bendito.

Ya veis la pinta que tengo
encima de este caballo; 
las cosas que toca hacer
pa' entreteneros un rato". 

Todo en rima, muy gracioso, todos ríen... Pero las autoridades toman debida nota de lo que se les exige, porque la unidad del pueblo que les ha elegido queda de manifiesto en la fuerza de su convocatoria. Dejando en claro que la siguiente vez que se reúnan frente al alcalde, podría no haber tantas risas de por medio. 

"A todas las autoridades
un saludo desde aquí,
y vamos a aprovechar
pues algo habrá que pedir. 

"A ver si le meten mano
al camino de Calanda,
porque eso no es carretera,
que es un camino de cabras.

"Hay obras de misericordia
y las hay de caridad, 
pero las del Ayuntamiento
son las que han durado más.

"Dijeron que tres semanas
durarían en cada calle,
pero en Calle de las Norias
aún esperan que la acaben".

En un pueblito de México.

Fue una conmovedora sorpresa descubrir que en mi pequeño poblado de residencia, en México, se organiza una Mochiganga. Sin embargo, en ésta la única autoridad presente es el vehículo de la policía que abandera la procesión de vecinos, que van paseando por todas las calles, bailando al son de la banda, haciendo cabriolas y burlándose de los pardillos a los que visten de mujeres. Nota aparte, a las señoras mayores con hijas casaderas, las visten de diablos o aparecidos. Sabrá Dios porqué.

Surge la pregunta obligada. ¿Por qué no se le dará a la Mochiganga en México, el sentido social que se le da en España? Aquí todo es juerga, música, cuetes, pero no se manifiestan ideas, peticiones, ni sentires del pueblo. Ya lo decía Mary Poppins, el trago amargo con azúcar pasará. Las quejas de un pueblo quizá serían escuchadas con más atención por parte de los gobernantes, si se acompañaran de risas y cantes, en vez de piedras y peleas campales. O eso pienso yo.

Nota autobiográfica.

Desde que esta mañana me dirigí a mi trabajo, notaba que todo mundo me miraba con más atención que de costumbre. Es un pueblo pequeño, y en el transporte colectivo (camionetas decrépitas más adecuadas para botes de leche que para personas) es común que todos los que van abordando a lo largo del camino, se conozcan. De ese modo el viaje se convierte en una amena tertulia en la que siempre me siento más solo que una ostra, pues nadie me hace más caso que al pito del sereno. Hoy en cambio, noté que los que abordaban se me quedaban mirando con insistencia, y luego se hablaban en murmullos, dirigiéndome miradas sesgadas o señalándome con sutiles gestos. Yo no entendía porqué. 

Cuando pasó frente a mi trabajo la Mochiganga, me asomé a la puerta para ver mejor, y por unos momentos la gente dejaba de admirar los bailes y machincuepas, y arrobados fijaban su mirada en mí. Los que venían adelante, corrían la voz y me señalaban a los que todavía no pasaban frente a mi puerta. ¿Qué podía ser? 

Rato después fui a la "tiendita", llamando la atención de transeúntes que hasta volvían la cabeza para seguir mirándome cuando pasaba de largo junto a ellos. Afuera del local encontré a varios conocidos bebiendo cerveza. El heladero, luego de verme llegar y saludarme con una botella a medio vaciar, llamó la atención de los demás camaradas y me dijo:

--José, o te la subes tú o nos la bajamos todos.

Hasta entonces comprendí el interés que había despertado desde la mañana. Entendí las miradas de envidia de los hombres y de lascivia de las mujeres. 

Había olvidado subirme la bragueta.

"Y aquí se acaba esta historia, 
que no os quiero marear; 
nada en la vida es mentira,
nada en la vida es verdad".

Reconocimiento.

Todos los versos fueron escritos para la Mochiganga de 2004, por la pluma de don Antonio Serrano Ferrer, vecino de Mas de las Matas, en Aragón, España. Gracias por compartirlos.



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